martes, 8 de junio de 2021

Oscar Campos


Nací un 22 febrero de 1955 en capital, en el hospital materno infantil Ramón Sardá, Ciudad Autónoma de Bs. As.

Me trajeron a Gral. Rodríguez cuando tenía un año.

No hice jardín, mi hermana me preparó para entrar a 1er grado en la escuela N° 1, de Gral. Rodríguez, con la señorita Betty Pérez, hermana del doctor Pérez, el cardiólogo. Toda la primaria la hice allí.

Comencé la secundaria en el Mixto, Martín Rodríguez, empecé dos veces y dejé. Mi viejo me mandó a laburar, pero, después charlando, me dejó hacer Electrónica en Ramos Mejía. En ese ínterin, él fallece y tengo que empezar a trabajar, había que comer. 

Yo siempre andaba en bicicleta pero deseaba andar en moto. A los 10 u 12 años, cuando fallece mi viejo, puedo subirme a la moto siambretta de 3 ruedas de mi cuñado. Empecé a juntar plata y a los 17 años pude tener mi propia Siambretta, la compré en Luján en "Motor Rino". Ese día estaba la siambretta y una Jawa 250 que me enloqueció, pero no me llegaba la plata. Hoy en día soy poseedor de una Jawa. 



La moto es una sensación que no puedo explicar, al que le gusta le gusta y al que no no. Para viajar larga distancia me gusta el avión, pero como viaje romántico me gusta el tren teniendo tiempo para poder disfrutarlo, es encantador. El avión es fantástico, porque de un momento a otro estás en otra punta. 

El colectivo no me gusta, tuve que viajar muchas veces en mi vida en colectivo, cuando vivía en misiones tenía 24 horas de viaje y siempre fue una tortura para mi.  Llevaría la moto, entonces al bajar andaría con ella para todos lados. El auto no es una cosa de mi preferencia, si bien entiendo todas las posibilidades que tiene y las comodidades no es algo de mi preferencia, no me siento cómodo manejando un auto. Si me llevan, prefiero que me lleven en auto y no en moto, porque atrás de la moto voy sufriendo.

Fui saltando de trabajo en trabajo hasta que llegué al departamento de electrónica de la Serenísima y así fui pasando de empresa en empresa: Johnson & Johnson, Celulosa Argentina y luego el hospital Vicente López, de Gral. Rodríguez.

Celulosa fue en misiones a los 22 años, me fui con mis hijos chiquitos en el año 80/81, ahí se desencadenó lo de las máscaras cuando entro en contacto con los pueblos guaraníes. Surgen las máscaras Mitológicas, con nombres basados en relatos de los pueblos originarios de la Argentina, de Paraguay y Brasil. 

Cuando tenía 7 u 8 años copié un pesebre en arcilla, no teníamos para el arbolito, me salió idéntico y ya venía haciendo muñecos de Superman y Batman por las historietas.

1987 implementé el cemento a mis obras, más adelante el hierro, el material reciclado y tecnológico en desuso.
 



Soy muy creativo, me lo dicen todos, para mí la creatividad es el comienzo del todo, el Arte es el comienzo del todo. Si el arte no existe no existe nada más, todo lo que se ha inventado o lo que se ha producido o realizado, sustancialmente ha sido a través del arte. El tipo que quiso volar lo pensó primero y después alguien dijo se puede. Recordá la serie del agente 86 que hablaba con un zapato, yo pensaba, ¿cómo va a estar en una isla y cómo va a hablar por un zapato? Hoy en día tenemos estos aparatitos que son geniales. 

En cierta forma, el que hizo el super agente 86 lo escribió, lo diseñó un artista de la pluma, el otro fue un artista del video de la película. El arte es el primer empujón para ir hacia... y después pasa por otras manos, pasa por las manos de los científicos, de los mecánicos, de los pilotos, de los astronautas, del carpintero... pero en el arte empieza todo, me parece que viene por ahí. 

De chico estuve con las historietas, los cómics manejaron mi infancia. El hacer muñecos con arcilla me dio la plástica, mi viejo me pasó información sobre carpintería, me prestó las herramientas y ahí empecé a trabajar sobre madera.

La parte mística se junta con el cómics. Esos super héroes, que nacen en la cabeza de un artista, se mezclan con los mitos y las leyendas de la selva misionera. Aparece el Pomperito, el familiar, el duende, el fantasma del monte y todo eso lo plasmé en papel, fui haciendo dibujos, porque soy dibujante también. La creación es una suma de copias, lo tengo muy bien definido por lo menos en mi, la suma de muchas copias te da la posibilidad de manejar las lineas, los musculo, los rostros y bueno, se me van generando imágenes que voy plasmando en el papel. 








Cada una de las máscaras representa a un ser mitológico o algún dios de alguna cultura, de algún pueblo originario. Así se fue dando en mi, hay una conexión con la música también, yo escuchaba Rock, Pink Floyd, Deep Purple, Jethro Tull, toda esa maquina del rock alternativo, de lo psicodelico que se mezcló también dentro de mi cabeza.

La difusión pública fue de grande, en los años 90, un montón de exposiciones y un montón de movidas, premios y el último fue el de Córdoba, primer premio. Competí con profesores, me llenó completamente.

Todo lo que pueda venir sera aprovechado, mi cabeza esta diseñando todos los días, generando ideas que pueden quedar en la nada y que tampoco me interesa que queden en la nada, porque fluyen, así funciono. 

Ahora me enfoco en los videos, la realidad es que me falta mucho manejo de la herramienta, de la edición, de la máquina que graba el video o programas. Me gustaría hacer animación computada, estoy estudiando a través de videos de Instagram con mi profesor de dibujo. Estoy empezando a manejar eso y veo que me falta un montón.

Soy un ser muy curioso, a todo lo que veo le encuentro una vueltita y no puedo dejar pasar cosas, me prendo en cada y no es para ganar, es por la propia curiosidad.

Mi primer exposición fue en el Credicoop de Luján, un amigo me hizo la gamba porque  conocía al gerente. Tuve una exposición en en la Sociedad Italiana, donde funciona el Vecinal, me desgastó mucho, la hice un mes y abría todos los días. No lo debí haber hecho  jamás aunque me dio sus frutos. 






Conozco a AAPRO desde hace mas de 20 años, me dieron un reconocimiento por tantos años. Me acerqué antes del 2000, yo venía con la exposición de máscaras. En ese entonces funcionaba en el Club Porteño, en la parte vieja atrás de la iglesia. Habíamos comido calamares con fideos, los hizo Cristina Cafaggini. Siempre estuvo la esa bohemia del morfi y de tomarse un buen vino, un gusto, la bohemia del artista.

Me fui acercando a través de Miguel Sanfurgo, quien había hecho unos encuentros de escultores en la plaza, me invitó porque tenia un buen grupo y tenia razón. El grupo fue fenómeno porque estuvimos hasta lo último. Estuve por todos lados pero como institución de arte fue en AAPRO. La distancia fue porque yo tenia una tendencia y todo el grupo parecía tener otra, entonces me fui retirando, fui apoyando pero hubo un momento en el que no pude apoyar más, iban hacia a una dirección en la que yo no quería ir, entonces directamente me retiré. 

Tengo que agradecer a mi pareja Silvia De Felice, sin ella no podría haber hecho todo lo que hice, ella hasta me obligó a seguir con el arte y se lo agradezco, es una buena compañera. 




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